martes, 5 de junio de 2007

Luna en la hierba


Aurelio Asiain actualmente es profesor de la Universidad de Estudios extranjeros de Kansai. Ha publicado República de viento (1991), Caracteres de imprenta (1996) y Gendai Mekishito shishuu. Su libro más reciente Luna en la hierba (Ediciones Hiperión, 2007), es una recopilación de 50 poemas clásicos japoneses, traducidos y comentados con el propósito de invitar a una lectura que podríamos llamar “gozosa”, respetando las diferencias y los límites de una tradición y la obediencia a ciertas convenciones.
En esos ejes o los desplazamientos por los que apuesta Asiain, despuntan varias afirmaciones que transforman o nos desmantelan ciertas visiones o códigos de domesticidad nipona a los que el lector occidental está acostumbrado, no sólo por la peculiar cristalización de los modos de vida orientales, sino también por el tamiz del exotismo de la rediscursivación o el falaz modelado occidental, que manipula el alma de lo desconocido.
En este sentido, los poemas recogidos del Man’yoshu (Colección de miríadas de palabras), primera antología poética de Japón; del Kokinshu (colección de poemas japoneses antiguos y modernos) y de otras antologías clásicas nos van mostrando las características tan propias de una lírica de estructura simple y sin constricciones formales. Son versos que celebran la belleza de la naturaleza, el amor, el deseo y la lealtad al soberano. Estallidos de expresión espontánea que no eran un pasatiempo de una minoría exquisita, sino que una habitual expresión de monjes, guerreros y gente del pueblo. Aunque no debemos olvidar que en la época del Kokinshu, la poesía se había convertido en una de las principales actividades de la aristocracia cortesana, y la inclusión de alguien en una antología imperial constituía una gran distinción y el acceso a cargos de poder y prestigio. En mi lectura destaco dos poemas,
De Minamoto no Sanetomo:
Es este mundo
lo mismo que una sombra
en el espejo,
que no está donde está
ni ahí deja de estar.

De Fujiwara no Teika:
A la deriva
de la voz de los grillos,
vi en el rocío
de una brizna de hierba
alojada la luna.

En ambos se detecta la ilusión pasajera, la transitoriedad y la esencia como un vacío, pero también esa conciencia diáfana que refleja, con la claridad de un espejo pulido, las múltiples formas de los fenómenos naturales. Es sabido que para los japoneses, en general, es un acto de culto contemplar en silencio los cerezos en flor, el momiji o la luna de otoño.
Asiain ha publicado un libro en el que demuestra un conocimiento acabado y es el resultado de lecturas y de investigación exhaustiva sobre el tema de los poemas japoneses clásicos. En sus comentarios va más allá, incluso con una leve nota de picardía, al relacionar esta poesía con la mentalidad japonesa, con su propia visión acerca de lo japonés y, por lo tanto, nos abre una ventana a la complejidad cultural de esta tierra. Quizás Aurelio Asiain realiza o quiere demostrar que se enfrenta al Japón como lo hiciera Roland Barthes en El imperio de los signos, no sólo visita el país, sino que lo vive y lo lee, no sólo es el turista que pasea o el que hojea libros de poemas, sino el que se afana por interpretar un texto escrito. Luna en la hierba es el resultado de esta gran empresa.

1 comentario:

Arturo J. Escandón dijo...

Fascinante crítica. Precisamente ayer comencé a hincarle el diente a la hierba o a la luna.

Milton, ¿de dónde sacaste la palabra "rediscursivación"? Casi me voy de "espalda el loro".

Un abrazo y enhorabuena por tu hierba flotante.

Mucha hierba poética en Japón, mucha hierba.