viernes, 29 de junio de 2007

Cuando una mujer sube la escalera

He visto una de las grandes películas de Mikio Naruse, Cuando una mujer sube la escalera (Onna ga kaidan wo agaru toki, 1960). Centrada en la figura femenina de Keiko, una mujer de una personalidad compleja que puede ser prototipo de un mundo cambiante o un espejo del quiebre suscitado por una realidad mercantilista, de pérdida de valores. Una muestra más de “cine de autor”, donde se emplean las figuras femeninas como eje de la narración.
Keiko lucha con los nuevos tiempos, no se siente cómoda, más bien acosada y angustiada. Se niega a vestirse de modo occidental o atrevido, al contrario de sus amigas, y prefiere usar los kimonos tradicionales. Su comportamiento o la manera de ser tímida contrasta con todo a su alrededor, por lo tanto se niega a abandonar sus ideales y sus creencias. Un orgullo que pareciera no tener sentido en la sociedad cambiante de la época.
Naruse cultivó el shomin geki, el drama de gente común. Sus personajes siempre tratan de sobrevivir manteniendo una integridad psicológica y ética. Esto no es fácil. Por eso lo material, el dinero se ubica en sus filmes como elemento clave en los conflictos.
Un ejemplo es Keiko, que acaba de enviudar y tiene que valerse por sí misma. Se convierte en mama-san (patrona) del bar Lilac, del distrito Ginza, en Tokio. Además de pagar su departamento, se siente obligada a ayudar económicamente a su hermano enfermo. Si bien hay numerosas administradoras de bares que se relacionan con hombres ricos, Keiko se opone rotundamente a comprometerse e insultar la memoria de su esposo.
Ella se mantiene firme en su rol de una señora respetable a pesar de trabajar en el bar en el distrito Ginza, donde hombres de negocios se presentan después de las horas de trabajo a beber, y la adulan, nada más con el pretexto de conseguir sus favores: hombres de negocios ricos y que se creen dueños de la sociedad, que quieren solamente su cuerpo a cambio de ofrecerle el dinero necesario para solucionar sus problemas.
Su negativa a ser derrotada por la familia, los hombres, la institución de la barra del bar es explicada con reflexiones y comentarios de la propia Keiko, son momentos de narración de alguien que hace el retrato de su vida como un tipo particular de “mujer caída”. Cuando una mujer sube la escalera es un ejemplo de cómo las mujeres de Naruse (en la mayoría de sus películas las protagonistas son mujeres) son víctimas del mundo masculino, pero se rebelan contra el sistema que las oprime y prefieren un camino solitario antes que resignar su libertad.

miércoles, 27 de junio de 2007

Ukikusa

Acabo de ver Ukikusa de Yasujiro Ozu. Aparte de reafirmar la gran calidad de sus películas no puedo dejar de reflexionar en sus últimas palabras, cuando lo visita, antes de morir, Kiju Yoshida: “El cine es el drama, no el accidente”… Parece una contradicción en Ozu, ya que muchas veces dijo que quería representar el carácter de un personaje, eliminando todos los artilugios dramáticos. O reflejar la vida tal cual es, con sus pequeños accidentes y sus altibajos, pero sin drama. En todo caso, pienso que Ukikusa (traducido al español significa hierba flotante) reafirma las palabras de este gran director, porque es un drama de principio a fin. Se inicia cuando llega una compañía de teatro a un pequeño y tranquilo pueblo. Komajuro el director sabe que allí vive su antigua amante Oyoshi, administrando un local de comida y bebida. En ese lugar vive también Kiyoshi, hijo ilegítimo de la pareja a quien han hecho creer que Komajuro es su tío. En paralelo, la atractiva primera actriz Sumiko al sospechar la existencia de esa amante anterior a su actual relación con Komajuro, quiere vengarse acudiendo a casa de Oyoshi para contarle su amorío con el veterano actor, lo que provoca la indignación y el momento más dramático cuando éste la golpea debajo de la lluvia. Sumiko despechada y violentada recurre a Kayo, otra joven actriz, para que seduzca al atractivo e inocente Kiyoshi. Ambos jóvenes terminan enamorándose lo que enfurece definitivamente a Komajuro. Al final cuando se disuelve la compañía, por el robo de las recaudaciones, Komajuro se ve obligado a dejar el pueblo cuando su hijo lo desprecia al saber la verdad.
Sin embargo, al iniciar el viaje de retorno en la estación de trenes se encuentra con Sumiko y deciden darse una nueva oportunidad en la vida.
La pregunta que nos parece hacer Ozu es si el regreso al pasado sirve para solucionar los conflictos. En este caso, de remordimientos de conciencia, (“cuando la memoria es una densa maraña visceral”) del protagonista que persigue una verdadera quimera o ilusión. Ozu, parece insistir en que las películas finalmente deben representar los dramas humanos y no los meros accidentes, aunque sean sensacionales. Pero nos ofrece también sus temas preferidos. Una constante es el permanente conflicto en las familias, el drama familiar simple, por ejemplo en Tokio monogatari, cuando la hija decide casarse y, por lo tanto, su padre ya viudo quedará solo.
Y en cuanto a la técnica la cámara del bajo-ángulo posiciona a los actores de tal manera que sus miradas en paralelo dan la sensación de estar interpelando al espectador. Los personajes dialogan a veces sin propósito fijo, que parece un monólogo. Vale la pena retener las imágenes iniciales, llenas de luminosidad, cuando se hace un paralelo en perspectiva entre un faro y una botella de sake o cuando el hijo y el padre están en la playa pescando. Pero el sentido del título Hierba flotante implica la visión que tiene Ozu, de los personajes o seres humanos. El desarraigo permanente, el no tener un lugar con raíces, la pérdida de ciertos valores, que permiten la permanencia y la pertenencia a un lugar, ese locus amoenus que se persigue en la descansada vida. La conclusión que queda es que el ser humano es un ente flotando en la corriente de la vida, con sus miserias y grandezas.

martes, 26 de junio de 2007

Nieve de primavera

Yukio Mishima (Kimitake Hiraoka) escribió en una carta (3 de julio de 1945) a su mentor literario Fumio Shimizu las siguientes palabras: “Yo quiero comprometerme en mi trabajo creyendo que nuestra influencia literaria continuará proporcionando ciertos significados poderosos al estado actual”. Podríamos pensar que la publicación de su tetralogía, “El mar de la fertilidad”, confirma de cierta manera estas ideas. Son cuatro obras consideradas su testamento ideológico y literario, pero expresan también de una manera fiel, si es que se piensa que la ficción es más verdadera que la realidad, la transición o el salto de Mishima desde lo autobiográfico hasta verse convertido en el líder de una revuelta cultural.
Nieve de primavera (Haru no yuki, 1968) es la primera novela de esta serie y se centra en Kiyoaki protagonista junto a Satoko de un amor desgraciado y fatal, motivo recurrente en la literatura japonesa. Participan en la trama también su amigo íntimo y confidente Honda; dos príncipes de Siam; Iiuma tutor de Kyoyaki; una sirvienta llamada Tadeshina; la abadesa del templo de Gesshu, y por supuesto las familias de ambos amantes.
Si bien podríamos centrarnos en la historia de amor, lo que me interesa destacar son las constantes digresiones filosóficas, políticas, sociológicas, literarias, culturales, aspectos sobre las costumbres y normas de la sociedad japonesa a lo largo del texto. Intervenciones en el relato, donde el escritor divaga sobre aspectos que aparentemente son secundarios, describiendo un paisaje o insertando una anécdota, un recuerdo, etc.
Por ejemplo, referente al protagonista se afirma: “El apuesto joven creía que esta futilidad condicionaba su existencia. Su convicción de no tener en la vida otro destino que actuar como irreversible veneno era parte de su carácter de dieciocho años. (…) Lo único que le parecía válido era vivir para las emociones, morir sólo para resucitar, mermando o subiendo sin dirección o propósito”.
En cuanto a la sociedad japonesa, Iiuma frente al sepulcro del abuelo de Kiyoaki se pregunta: “¿Por qué vivimos una era de decadencia? ¿Por qué el mundo desprecia el vigor, la juventud, las ambiciones honorables y la sinceridad? … Los hombres solo piensan en dinero y mujeres. Se han olvidado de lo que es propio del hombre. Aquella gran edad de los dioses y los héroes pasó con el Emperador Meiji … ¿Cómo soportar una edad que ha manchado todo lo que en otros tiempos fue sagrado? … ¿Debo morir para expiar por mi fracaso?”. Este modo de intercalar diversos aspectos, en la urdimbre narrativa, sirve para complicar la acción, anticipando elementos que serán retomados más adelante o puede coincidir con un flash-back, cuando se describe la vida y maneras de ser de Kiyoaki. Sobre todo, en la novela las digresiones tienen un cariz documental, como elemento de apoyo con valor referencial, como cuando remite a un tiempo histórico.
Pero un caso especial es cuando se dan a conocer las intenciones y las opiniones del autor, bien directamente bien por medio de juicios personales: “El hombre puede ser difícil de persuadir mediante un argumento de razón, mientras cederá fácilmente ante uno de pasión, aunque todos sean fingidos”. “Si Kiyoaki hubiera entendido verdaderamente su carácter, habría sabido inmediatamente que aquella ficción que imaginaba era algo imposible”.
Adentrarse en Nieve de primavera es descubrir a un Mishima que preanuncia un quiebre en su forma de vida; él creyó que muchos viejos valores japoneses estaban siendo perdidos y, por lo tanto, inicia la búsqueda al retorno de la tradición más ancestral de la espiritualidad japonesa. Un pensamiento que lo llevó a cometer suicidio el 25 de noviembre de 1970.

Yukio Mishima. Nieve de primavera, Alianza Editorial, 2007.

lunes, 25 de junio de 2007

Kumano Nyakuoji-jinja shrine

Siempre me ha llamado la atención el cuervo de tres patas como escudo o símbolo de la selección japonesa de fútbol. Según la tradición proviene de una leyenda y recibe el nombre de Yatagarasu. Así que me decidí visitar, después de mis clases de japonés en Kyoto, un pequeño santuario donde figura la presencia de este cuervo.
Kumano Nyakuoji-Jinja shrine es uno de los tres santuarios de Kumano en Kyoto junto a Imakumano Jinja y Kumano Jinja. Situado al pie de una montaña en el extremo sur del paseo de la filosofía se encuentra rodeado de antiguos árboles. Es un área muy popular por los colores de las hojas en otoño y es catalogado como un lugar adecuado para escapar del calor en el verano. Este santuario shinto está dedicado a cuatro divinidades: Kunitokachi-no mikoto, Izanagi-no mikoto, Izanami-no mikoto y Amaterasu-Oomikami. Fue establecido como un santuario guardián en 1160 por el retirado emperador Goshirakawa, quien invitó a la divinidad Kumano Gongen para que lo usara como su residencia.
Su nombre fue tomado de Nyakuichioji, otra denominación para Amaterasu. Y según la historia, el shogunato Muromachi y las familias guerreras de ese tiempo patrocinaron y protegieron este santuario que fue muy famoso por sus bellos árboles de cerezo. Por ejemplo, en este lugar, en marzo de 1465, el shogun Ashikaga Yoshimasa celebró una gran fiesta del cerezo en flor. Destruido durante la guerra Onin (1467-1477) el santuario y sus recintos aledaños fueron reconstruidos hace 400 años por Toyotomi Hideyoshi.
Es muy difícil resumir la historia de los santuarios Shinto, pues cada uno de ellos tiene su propia historia peculiar, leyendas, calendario ritual, kami engarzado y creencia asociada. Además, algunos santuarios son muy antiguos y existen antes de cualquier expediente o antecedente escrito. Sin embargo, algunas características son comunes, por ejemplo, cada santuario se dedica a un Kami específico que posea una personalidad divina y que responda a los rezos sinceros del fiel. Al entrar en un santuario, se pasa a través de un Tori, una puerta especial para los dioses, que marca el paso entre el mundo finito y el mundo infinito de los dioses. Los creyentes respetan a los animales como mensajeros de los dioses y siempre se encuentran un par de estatuas de “koma-inu” (perros protectores) en el santuario.

jueves, 14 de junio de 2007

El primer sueño de Kurosawa

Analizando, con mis alumnos de conversación en Kyoto Gaidai, el primer sueño de Akira Kurosawa, me llamaron la atención tres comentarios que indican la multiplicidad de sentidos de esta gran película.
Recordemos que en la primera historia, traducida al español como “El sol bajo la lluvia” o “Llueve y brilla el sol” (estamos en “lost in traslation”, pues en japonés tiene el nombre de Konna yume o mita, “Tuve un sueño como éste”), una madre advierte a su hijo que no puede ir al bosque, porque al llover con sol se realiza la marcha nupcial de los zorros. El niño no obedece y mira el cortejo matrimonial siendo sorprendido por los zorros. Al escapar a casa la madre no le deja entrar y le dice que ha cometido una falta, por lo tanto, debe ir a pedir perdón a los zorros o si no suicidarse con una daga. Finalmente, el niño emprende el camino en busca de los zorros que viven debajo del arco iris.
Aunque varios estudiantes coincidían en la belleza visual de las imágenes, en el contenido o mensaje discrepaban bastante; una alumna, por ejemplo, opinó que la madre fue muy cruel y era culpable de la muerte del niño; otra joven dijo que en realidad el niño era puro de espíritu, de corazón bondadoso y que por poseer esa inocencia sólo a él se le podían aparecer los dioses y, por último, un joven dio una interpretación más sociológica al decir que antiguamente a las persona que se expulsaban de la ciudad hacia los bosques o montañas se le llamaban zorros, serpientes u otros tipos de animales. Lo que me impulsa en el futuro a investigar esta interpretación de veta social.Lo que importa para la interpretación del primer sueño de Kurosawa es que Kitsune en japonés significa zorro. En el folklore nipón, tradicionalmente la palabra se emplea para nombrar al espíritu del bosque con forma de zorro. Según la mitología japonesa, son seres inteligentes que poseen habilidades mágicas y que incrementan con el paso de la edad y su adquisición de conocimientos. También son protectores de los bosques y las aldeas.
Entre sus poderes más sobresalientes se encuentra la capacidad de adoptar la forma humana, similar a la de una mujer joven. En algunos cuentos tradicionales, el kitsune es un ser que aprovecha su metamorfosis para hacer travesuras con las personas. Otras historias colocan al kitsune como guardianes fieles, amigas, amantes y esposas.
Los zorros y los humanos vivían en armonía en el Antiguo Japón; este compañerismo fue causante de las leyendas acerca de los zorros. Además, el kitsune está estrechamente asociado como mensajero y sirviente del dios Shinto (kami) inari, dios de la fertilidad, de la agricultura, del arroz y de los zorros. Con este rol, el poder sobrenatural de los zorros adquiere mayor fuerza, en Fushimi Inari se encuentra el templo del dios zorro. Otras historias muestran a los kitsune casándose con otro. Cuando llueve con un cielo despejado, es llamado a veces kitsune no yomeiri o "la boda del kitsune", en referencia a una leyenda que describía una boda entre estas criaturas y que ocurrió durante dicha lluvia. El evento es considerado un buen augurio, pero los kitsune obtendrán venganza de cualquiera que no fuera invitado o sorprendido observándolos.
Esta tradición antigua o creencia de que cuando llueve con sol en los bosques aparecen los dioses y que está prohibido mirarlos es la que recoge el niño/Kurosawa cuando se encuentra en el bosque con un extraño séquito de espíritus de unos zorros.
La transgresión a esta ley es lo que ocasiona la falta y por lo tanto debe ser reparada. El final abierto que plantea Kurosawa nos conduce a varias interpretaciones. En nuestra tradición occidental existe la leyenda de que un tesoro está escondido debajo del arco iris, pero este tesoro es inalcanzable y nunca se encuentra. Entonces el niño no puede salvarse, pues el arco iris siempre se escapa y la casa de los zorros no estará a su alcance. Es un final que lleva al espectador a una profunda reflexión sobre la muerte; tema que actúa como telón de fondo en la mayoría de sueños de la película y que era una de las constantes en el cine de Kurosawa, especialmente en sus últimas obras.

lunes, 11 de junio de 2007

Eijanaika

El 30 de mayo se cumplió un año de la muerte de Shohei Imamura, curiosamente en Tsutaya (tienda de renta de videos) arrendé Eijanaika, una película que no había visto. Sin pensarlo estaba rindiendo un homenaje a este gran cineasta japonés, representante de lo que se llamó nuberu bagu (nueva ola) de los años sesenta y setenta.
Eijanaika (en español puede ser traducido como ¿por qué no? o ¿qué más da?) retrata la sociedad japonesa a finales del periodo Edo, una época donde se enfrentan lo antiguo y lo nuevo, un conflicto entre la tradición y la modernidad, una momento tumultuoso en lo político y lleno de complots. Pero Imamura en vez de centrarse en la clase de los guerreros y la nobleza enfoca su mirada en el pueblo o en la gente más humilde.
Eijanaika se centra en Genji un personaje que después de 6 años de ausencia regresa a su tierra. Lo primero que hace es recostarse sobre la playa, donde acaba de desembarcar, y confecciona con la ayuda de la arena un pecho femenino en el cual entierra su cara. Es una imagen importante, ya que la meta de su regreso es buscar a su mujer con la intención de llevarla a estados Unidos.
Aunque Genji ocupa un sitio privilegiado en el seno de la película, no como héroe, pero sí de testigo, la verdadera protagonista es la muchedumbre. El pueblo japonés es el “héroe” verdadero de Eijanaika. Es una película colectiva donde la mirada a través de la cámara cinematográfica se mantiene a distancia, incluso en el momento de las escenas intimistas, es un recurso que Imamura utiliza en muchos de sus filmes. Un detalle indispensable para entender la reconstitución histórica es que las imágenes con los decorados o los trajes de cambio de época están dados como trasfondo o escenografía y no petrifican o estancan el dinamismo de la película.
Lo central en todo caso es que Imamura denuncia y revela la manipulación de la que es objeto el pueblo japonés por parte de la aristocracia nipona, secundada por los yakuzas. Los diferentes clanes procuran conservar sus intereses incitando al pueblo a la rebelión. A estos cálculos de la nobleza, Shohei Imamura opone la inocencia, alegría y el deseo de vivir de la gente común. En este sentido, la película presenta una imagen verdadera de las diferentes categorías sociales de Japón. Los barrios de los placeres donde se celebra lo esencial de la acción son delimitados por el río y aparta a la muchedumbre si se decide manifestar más allá de esta frontera natural. En cuanto a los samuráis, Imamura muestra su desprecio para ellos y lo expresa Genji en un diálogo: “Los samuráis aunque se consideran superiores, son sólo asesinos”, por eso no aparece ningún combate rimbombante, ninguna glorificación del gesto marcial, solamente un sable que traspasa un cuerpo, o mejor dicho un simple homicidio.
Shohei Imamura nos entrega una vez más una obra, donde demuestra su gusto por la truculencia, la libertad y crudeza de tono de las escenas, acompañado de una profusión de imágenes muy coloridas. En esta libertad y alegría de vivir del pueblo no puede estar exento el sexo que Imamura lo retrata no como algo excepcional, sino como un acontecimiento normal del diario vivir.
La película termina con la rebelión popular llevada por los danzantes. Un momento cúlmine y apoteósico en que todos van cantando y gritando “Eijanaika”, pero que también es anticipo de la tragedia.

miércoles, 6 de junio de 2007

Un bello Japón


Utsukushii Nihon
Conversando con amigos japoneses, acerca del plan de gobierno del Primer Ministro Shinzo Abe, aparecen opiniones bastantes críticas, incluso afirman que él “habla muy bonito”, pero que no hay que confiar en sus palabras.
Lo cierto es que el eslogan Utsukushii Nihon un bello Japón se inserta en una visión de proyecto país y en varias medidas que se pretenden implementar. A continuación les expongo un resumen de lo que persigue Abe.
Cuatro premisas son la base para un “bello Japón”: primero, un país que valora la cultura, la tradición, la historia y la naturaleza; segundo, un país apuntalado por una sociedad libre, que respeta la disciplina y tiene dignidad; tercero, un país que continúa teniendo la vitalidad para crecer hacia el futuro y, cuarto, un país que gana la confianza, el respeto y el amor del mundo y que demuestra liderazgo.
Abe pretende un crecimiento económico sostenido, revitalizando la economía a través de la innovación y la apertura implementando una pauta estratégica a largo plazo llamada “Innovación 25”, con proyectos hasta el 2025 en medicina, ingeniería, tecnología de la información y una variedad de otros campos. Haciendo pleno uso de una infraestructura de Internet de alta velocidad y líder en el mundo, la meta es mejorar sustancialmente la productividad, por ejemplo, duplicando el número de teletrabajadores que trabajan desde sus casas.
Otros de sus planes es desarrollar una Estrategia de la Industria Cultural japonesa, que reforzará la competitividad internacional del Japón y su capacidad para despachar información al mundo en el campo de los contenidos, incluyendo la animación y la música, al igual que la cultura gastronómica y la cultura tradicional.
Se pretende promover la Visión de la Puerta de Entrada a Asia, que convertirá al Japón en un puente entre Asia y el resto del mundo en términos de los flujos de personas, bienes, dinero, cultura e información.
Quizás los puntos mas polémicos tienen que ver con lo que llama recortar el despilfarro y la ineficiencia de los gobiernos centrales y locales para lo cual organizará un gobierno ligero, simple pero eficiente, promoviendo firmemente la reforma administrativa fundamental. Lo central será la reforma integral del sistema actual de seguridad social con pensiones, cuidados médicos y enfermería en su núcleo, para construir un sistema sostenible de seguridad social al estilo japonés, que da valor al espíritu de independencia personal y es fácil de entender, al igual que compasivo y confiable.
Para enfrentar la tasa de natalidad decreciente y construir una sociedad favorable a la crianza de niños, se suministrará asistencia integral a las familias involucradas en la crianza de niños, incluyendo apoyo para reducir la carga económica de las familias antes y después del nacimiento y durante el período de crianza.
En educación según Abe es esencial educar a los niños y jóvenes japoneses para que asuman la responsabilidad de la próxima generación y llevar a cabo la meta: “un bello país, Japón”. Sin embargo, según él, en años recientes se ha presentado un descenso en su moral y también en su deseo de aprender, y se ha señalado que las familias y las comunidades están cada vez menos capacitadas para proveer la función educativa que una vez tuvieron.
El propósito es reconstruir la educación, para nutrir a aquellos que valoran a sus familias, sus comunidades y su país, aquellos que aprecian la vida humana y que están llenos de valiosa humanidad, creatividad y disciplina. La primera tarea es asegurar la promulgación rápida de la Ley Fundamental de Educación. En sus palabras “reconstruiré la educación pública de manera de garantizar a todos los niños la oportunidad de adquirir altas habilidades académicas y un sentido de la disciplina”.
Su programa termina afirmando que “Es fundamental para Japón presentar su nueva identidad como país para el futuro, es decir, los ideales de nuestro país, la dirección en la cual debemos aspirar, y la manera en la cual transmitiremos nuestra japoneidad al mundo. Reuniré sabiduría de todo Japón para implementar una estrategia para las relaciones públicas exteriores”.
En realidad un programa de gobierno “muy bonito”, pero que tiene dificultades por el rechazo de muchos japoneses, por la falta de credibilidad, por los problemas acuciantes del diario vivir, por la corrupción y los escándalos financieros y principalmente porque Abe es un político ultraconservador, nacionalista, cuyo sueño es reformar la Constitución para dotar a Japón de un ejército que no sólo sea de autodefensa.

martes, 5 de junio de 2007

Luna en la hierba


Aurelio Asiain actualmente es profesor de la Universidad de Estudios extranjeros de Kansai. Ha publicado República de viento (1991), Caracteres de imprenta (1996) y Gendai Mekishito shishuu. Su libro más reciente Luna en la hierba (Ediciones Hiperión, 2007), es una recopilación de 50 poemas clásicos japoneses, traducidos y comentados con el propósito de invitar a una lectura que podríamos llamar “gozosa”, respetando las diferencias y los límites de una tradición y la obediencia a ciertas convenciones.
En esos ejes o los desplazamientos por los que apuesta Asiain, despuntan varias afirmaciones que transforman o nos desmantelan ciertas visiones o códigos de domesticidad nipona a los que el lector occidental está acostumbrado, no sólo por la peculiar cristalización de los modos de vida orientales, sino también por el tamiz del exotismo de la rediscursivación o el falaz modelado occidental, que manipula el alma de lo desconocido.
En este sentido, los poemas recogidos del Man’yoshu (Colección de miríadas de palabras), primera antología poética de Japón; del Kokinshu (colección de poemas japoneses antiguos y modernos) y de otras antologías clásicas nos van mostrando las características tan propias de una lírica de estructura simple y sin constricciones formales. Son versos que celebran la belleza de la naturaleza, el amor, el deseo y la lealtad al soberano. Estallidos de expresión espontánea que no eran un pasatiempo de una minoría exquisita, sino que una habitual expresión de monjes, guerreros y gente del pueblo. Aunque no debemos olvidar que en la época del Kokinshu, la poesía se había convertido en una de las principales actividades de la aristocracia cortesana, y la inclusión de alguien en una antología imperial constituía una gran distinción y el acceso a cargos de poder y prestigio. En mi lectura destaco dos poemas,
De Minamoto no Sanetomo:
Es este mundo
lo mismo que una sombra
en el espejo,
que no está donde está
ni ahí deja de estar.

De Fujiwara no Teika:
A la deriva
de la voz de los grillos,
vi en el rocío
de una brizna de hierba
alojada la luna.

En ambos se detecta la ilusión pasajera, la transitoriedad y la esencia como un vacío, pero también esa conciencia diáfana que refleja, con la claridad de un espejo pulido, las múltiples formas de los fenómenos naturales. Es sabido que para los japoneses, en general, es un acto de culto contemplar en silencio los cerezos en flor, el momiji o la luna de otoño.
Asiain ha publicado un libro en el que demuestra un conocimiento acabado y es el resultado de lecturas y de investigación exhaustiva sobre el tema de los poemas japoneses clásicos. En sus comentarios va más allá, incluso con una leve nota de picardía, al relacionar esta poesía con la mentalidad japonesa, con su propia visión acerca de lo japonés y, por lo tanto, nos abre una ventana a la complejidad cultural de esta tierra. Quizás Aurelio Asiain realiza o quiere demostrar que se enfrenta al Japón como lo hiciera Roland Barthes en El imperio de los signos, no sólo visita el país, sino que lo vive y lo lee, no sólo es el turista que pasea o el que hojea libros de poemas, sino el que se afana por interpretar un texto escrito. Luna en la hierba es el resultado de esta gran empresa.