miércoles, 27 de junio de 2007

Ukikusa

Acabo de ver Ukikusa de Yasujiro Ozu. Aparte de reafirmar la gran calidad de sus películas no puedo dejar de reflexionar en sus últimas palabras, cuando lo visita, antes de morir, Kiju Yoshida: “El cine es el drama, no el accidente”… Parece una contradicción en Ozu, ya que muchas veces dijo que quería representar el carácter de un personaje, eliminando todos los artilugios dramáticos. O reflejar la vida tal cual es, con sus pequeños accidentes y sus altibajos, pero sin drama. En todo caso, pienso que Ukikusa (traducido al español significa hierba flotante) reafirma las palabras de este gran director, porque es un drama de principio a fin. Se inicia cuando llega una compañía de teatro a un pequeño y tranquilo pueblo. Komajuro el director sabe que allí vive su antigua amante Oyoshi, administrando un local de comida y bebida. En ese lugar vive también Kiyoshi, hijo ilegítimo de la pareja a quien han hecho creer que Komajuro es su tío. En paralelo, la atractiva primera actriz Sumiko al sospechar la existencia de esa amante anterior a su actual relación con Komajuro, quiere vengarse acudiendo a casa de Oyoshi para contarle su amorío con el veterano actor, lo que provoca la indignación y el momento más dramático cuando éste la golpea debajo de la lluvia. Sumiko despechada y violentada recurre a Kayo, otra joven actriz, para que seduzca al atractivo e inocente Kiyoshi. Ambos jóvenes terminan enamorándose lo que enfurece definitivamente a Komajuro. Al final cuando se disuelve la compañía, por el robo de las recaudaciones, Komajuro se ve obligado a dejar el pueblo cuando su hijo lo desprecia al saber la verdad.
Sin embargo, al iniciar el viaje de retorno en la estación de trenes se encuentra con Sumiko y deciden darse una nueva oportunidad en la vida.
La pregunta que nos parece hacer Ozu es si el regreso al pasado sirve para solucionar los conflictos. En este caso, de remordimientos de conciencia, (“cuando la memoria es una densa maraña visceral”) del protagonista que persigue una verdadera quimera o ilusión. Ozu, parece insistir en que las películas finalmente deben representar los dramas humanos y no los meros accidentes, aunque sean sensacionales. Pero nos ofrece también sus temas preferidos. Una constante es el permanente conflicto en las familias, el drama familiar simple, por ejemplo en Tokio monogatari, cuando la hija decide casarse y, por lo tanto, su padre ya viudo quedará solo.
Y en cuanto a la técnica la cámara del bajo-ángulo posiciona a los actores de tal manera que sus miradas en paralelo dan la sensación de estar interpelando al espectador. Los personajes dialogan a veces sin propósito fijo, que parece un monólogo. Vale la pena retener las imágenes iniciales, llenas de luminosidad, cuando se hace un paralelo en perspectiva entre un faro y una botella de sake o cuando el hijo y el padre están en la playa pescando. Pero el sentido del título Hierba flotante implica la visión que tiene Ozu, de los personajes o seres humanos. El desarraigo permanente, el no tener un lugar con raíces, la pérdida de ciertos valores, que permiten la permanencia y la pertenencia a un lugar, ese locus amoenus que se persigue en la descansada vida. La conclusión que queda es que el ser humano es un ente flotando en la corriente de la vida, con sus miserias y grandezas.

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