Conversando con Vicente, Javier, Fernando y Vicario, el equipo del DELE (Diplomas de Español como Lengua Extranjera) en Kyoto. Saltó a la palestra el tema que analizó Christian Burrows en la revista Kansai Time Out del mes de mayo. En ese artículo se critica a una publicación que se llama Gaijin hanzai ura fairu y que se enfoca en los crímenes cometidos por extranjeros en Japón.
Dicho pasquín ha causado bastante revuelo, ya que es un buen ejemplo de cómo se fortalecen los estereotipos negativos hacia las comunidades no japonesas. Esta forma de hacer periodismo es una constante; cualquiera puede darse cuenta de que los medios masivos de comunicación tienden a fijarse en los crímenes cometidos por extranjeros, aumentando la sensación de miedo y temor en la población.
Como ejemplo puede servir la anécdota de nuestro amigo Vicente, que no se cansa de contar. Se supone que él estaba haciendo una fila en una oficina bancaria y se dio cuenta que todas las personas se alejaban de su lado, no le dio importancia, hasta que llegó a la ventanilla y arriba en la pared vio un letrero que decía “cuidado con el gaijin”. Nuestro amigo, según él, montó en cólera, “armó la de cristo” y obligó a sacar el letrero, claro que lo puede hacer porque domina perfecto el japonés y algunas artes marciales.
También en nuestro regreso a Hirakata nos hemos dado cuenta que han aumentado los letreros de advertencia contra los ladrones, los robos y asaltos, algo que no era frecuente hace dos años. Parece una espiral de exageración que crece cada vez más.
El editor y la revista Gaijin hanzai ura fairu han recibido el duro rechazo de los residentes extranjeros, quienes hicieron un llamado a las tiendas de conveniencia como el Family Mark a retirarla de los puestos de venta. Toda esta parafernalia por parte de los medios es una indicación de que la alarma del público general en el nivel del crimen lleva a muchos japoneses a creer en los titulares sensacionalistas sin cuestionar la exactitud o validez de los hechos.
A pesar de estos miedos, según The Japan Times, hay “evidencia incontrovertible que las proporciones del crimen extranjero son realmente más bajas que aquéllas del japonés”. El periódico sigue afirmando, para cuestionar la obsesión de los medios de comunicación con el crimen extranjero, que éste representa sólo el dos por ciento del total. Aunque es indiscutible que el número de crímenes cometidos por extranjeros ha aumentado, no sirve para indicar que Japón está experimentando una ola de crimen de este tipo, que algunos informes o noticias de medios de comunicación dicen que está afectando a ciertos lugares de Tokio y a otras grandes ciudades.
Otra práctica favorita en los medios de comunicación japoneses es compilar una lista de nacionalidades para proponerlas como la amenaza más grande a la sociedad. Predeciblemente, el chino y el coreano aparecen de manera prominente. La lista en el Gaijin hanzai ura fairu pone al chino en el primer lugar, seguido por los rusos, coreanos y brasileños, sin dar ninguna explicación acerca de cómo fue compilada o elaborada.
Como es normal a menudo se cuentan el coreano y el chino como extranjeros. Pero estos números también son engañosos, la inmensa mayoría de ellos, a pesar de nacer en Japón, de sólo hablar japonés, y no tener ninguna conexión cultural o lingüística con su patria hereditaria, aún así, son clasificados como “los residentes” permanentes especiales.
Aunque, según las normas internacionales el nivel del crimen en Japón todavía es relativamente bajo, de 1997 a 2003 el país experimentó siete años sucesivos de alzas en el registro de crímenes. Este fenómeno (un aumento del 150 por ciento en todos los niveles durante los últimos diez años) se ve como algo nuevo y ha generado un sentido profundo de miedo y de pánico moral. Cuando el crimen extranjero se informa en este clima efervescente y casi xenofóbico, alimenta esta cultura del miedo, y principalmente el no-japonés pasa a ser visto automáticamente con la sospecha. Es indudable que todas estas perspectivas prejuiciosas no sirven para construir una sociedad armoniosa, algo de lo que los japoneses se sienten orgullosos.
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