Aquí nos encontramos con la metrópolis del siglo XXI y con la vida de seres atrapados en un crimen que no es nada de extraordinario; al contrario, es un ingrediente propio de la sociedad contemporánea. Y sobre todo, de la sociedad japonesa que es una máquina trituradora de personas, al menos esa es la imagen que nos quiere presentar la autora.
Entonces nos encontramos con una novela que nos inserta en una historia moralmente ambigua, situada en un mundo mucho más real. La dimensión social, el retrato de la sociedad en su lado más negativo es lo que importa en Out. En este caso la sociedad japonesa muestra su otra cara, la más oscura, alienada e inefable y se mezclan en el relato el retrato sociológico y psicológico de las causas que impulsan al delito a personas aparentemente normales, inserto en una realidad protagonizada por mafiosos, que reflejan el hampa desde dentro.
Resalta el aislamiento de los personajes o de los individuos en una sociedad que no permite expresar las emociones. Es la incomunicación típica de “Perdidos en la traducción” y no en Tokio. Así las cuatro mujeres protagonistas, que trabajan como obreras nocturnas de una fábrica de comida precalentada viven aisladas y son disfuncionales tanto en la vida privada como pública.
Yoshie, “La Maestra”, una mujer viuda que debe cuidar de su suegra incapacitada una de cuyas hijas le roba dinero y la otra aparece y desaparece dejándola al cuidado de un nieto del que desconocía su existencia; Yayoi, joven, atractiva, casada y maltratada por un marido infiel y jugador empedernido que debe sacar adelante como puede a sus dos hijos pequeños; Kuniko, en los treinta, insatisfecha con su trabajo y con su vida, vive obsesionada por el lujo y la ostentación, incapaz de asumir sus limitaciones; y Masako, madura e inteligente y capacitada que ha tenido que cambiar de trabajo, cuyo marido duerme en una habitación separada sin más motivo que el hastío y cuyo hijo adolescente es un típico hikikomori que se niega a hablar hace varios años.
Cuatro mujeres que unen sus destinos el día en que Yayoi estrangula con un cinturón a su marido. Masako y las otras deben disponer del cuerpo. Dirigidas por Masako, las mujeres se comprometen en el negocio espantoso de liberarse, no sólo de la evidencia de su crimen, sino que de las cargas sociales y financieras que han estado sofocándolas. Las mujeres pasan de contrabando el cuerpo de Kenji a la casa de Masako y en este punto Kirino proporciona una descripción clínicamente detallada del cuerpo, rebanado, abierto, destripado, desmembrado, y los trozos puestos en las bolsas de la basura. Las mujeres finalmente en sus bicicletas distribuyen los pedazos mortales del hombre a los lugares de recolección de la basura alrededor de la ciudad.
Así como las cosas empiezan a ir bien, todo empieza a salir mal: por lo menos dos de las mujeres cometen errores infantiles, que traicionan y ponen en peligro a las otras, y Masako debe averiguar de una manera segura del peligro que amenaza destruirla. Y que no es otro que Satake, un enfermo mental, sádico y degenerado, dominado por sus sueños de placer y tortura.
Natsuo Kirino reconoció que se basó en un hecho real para escribir Out. En Inokashira Park, no lejos de donde ella estaba trabajando encontraron los restos de un hombre descuartizado. La esposa de la víctima fue inicialmente la principal sospechosa y fue la que definitivamente le proporcionó las ideas para Out.Este tipo de crímenes reciben el nombre de barabara shitai en japonés y han aumentado en los últimos años. Uno de los más sensacionales tuvo lugar en diciembre del 2006. Kaori Mihashi, de 32 años, asesinó a su marido, Yusuke, en su lujoso condominio de Shibuya, desmembró su cadáver y las porciones de él las distribuyó alrededor de la ciudad en bolsas de basura de vinilo. Lo curioso es que los medios de comunicación fueron convencidos inicialmente que posiblemente una banda compuesta por extranjeros estaba involucrada en esta espantosa matanza.