Caminando por uno de los pasillos de un shotengai en Osaka entre Yodoyabashi y Umeda me encontré con una librería de libros usados. Entre los anaqueles de viejos y nuevos libros japoneses, en el sector de revistas, estaba escondida, esperando agazapada, “la joyita”. Un monográfico de Ihara Saikaku, con toda la vida de él e ilustrado con bellas imágenes.
Reescribo algo de lo que afirmé cuando en Argentina se publicó su libro El gran espejo del amor entre hombres, (Nanshoku okagami).
Son cuarenta historias de amor desgraciado que se entrelazan entre sí, con un tono emotivo y sensual. Los primeros veinte relatos tratan del amor romántico entre los samurái con una visión nostálgica e idealizada, se describen estas relaciones como un verdadero matrimonio -un notable vínculo kármico- con intercambio de promesas de fidelidad y lealtad puestas por escrito; destacan las referencias a la incertidumbre y a la casualidad del destino de los amantes: la máxima prueba de amor de una relación entre samurái era el seppuku, un complejo ritual de suicidio. Los veinte capítulos de la segunda parte recrean el ambiente del wakashu kabuki en el que los jóvenes actores -y a veces no tanto- se prostituían; el distrito teatral era el lugar permitido para que los hombres buscaran placer, todos los actores que nombra Saikaku existieron y fueron famosos en su época: por ejemplo, Tamamura Shuzen que cuando interpretaba papeles de mujer, volvía locos a los hombres de deseo y era sumamente talentoso en los modos del amor por los muchachos.
Estas historias confirman un mercado literario, un público lector: los comerciantes y la burguesía necesitaban recrearse en lecturas en que reconocían a personajes del entorno. Saikaku, que nació en Osaka (1642-1693) -su tumba cerca de Uehommachi siempre tiene flores- y fue un activo participante y testigo de las diversiones en los barrios de placer -Kioto, Osaka y Edo- , se transforma, así, en el cronista de los acontecimientos de su época. Ficcionaliza los eventos con sutiles referencias a la vida, pero con una ironía y humor que desenmascara conductas estereotipadas de un mundo de convenciones. No es casual esta actitud, ya que en los ambientes prostibularios o en los teatros populares era común mofarse de las reglas rígidas y de las costumbres de la corte o de leyes restrictivas respecto a la moral. Es un espejo en el sentido de mostrar o reflejar una época desde su propia perspectiva: "He intentado reflejar en este 'gran espejo' (tiene una delicada connotación erótica) todas las variadas manifestaciones del amor entre hombres". También afirma: "El amor por los muchachos es algo profundo,... apunté todo lo que había visto, oído, sentido o aprendido sobre los extraordinarios placeres del amor entre hombres en mis 42 años de viajes por estas tierras".
Fuente: El gran espejo del amor entre hombres. Ihara Saikaku. Interzona editora, Buenos Aires, 2003, 349 páginas.
Reescribo algo de lo que afirmé cuando en Argentina se publicó su libro El gran espejo del amor entre hombres, (Nanshoku okagami).
Son cuarenta historias de amor desgraciado que se entrelazan entre sí, con un tono emotivo y sensual. Los primeros veinte relatos tratan del amor romántico entre los samurái con una visión nostálgica e idealizada, se describen estas relaciones como un verdadero matrimonio -un notable vínculo kármico- con intercambio de promesas de fidelidad y lealtad puestas por escrito; destacan las referencias a la incertidumbre y a la casualidad del destino de los amantes: la máxima prueba de amor de una relación entre samurái era el seppuku, un complejo ritual de suicidio. Los veinte capítulos de la segunda parte recrean el ambiente del wakashu kabuki en el que los jóvenes actores -y a veces no tanto- se prostituían; el distrito teatral era el lugar permitido para que los hombres buscaran placer, todos los actores que nombra Saikaku existieron y fueron famosos en su época: por ejemplo, Tamamura Shuzen que cuando interpretaba papeles de mujer, volvía locos a los hombres de deseo y era sumamente talentoso en los modos del amor por los muchachos.
Estas historias confirman un mercado literario, un público lector: los comerciantes y la burguesía necesitaban recrearse en lecturas en que reconocían a personajes del entorno. Saikaku, que nació en Osaka (1642-1693) -su tumba cerca de Uehommachi siempre tiene flores- y fue un activo participante y testigo de las diversiones en los barrios de placer -Kioto, Osaka y Edo- , se transforma, así, en el cronista de los acontecimientos de su época. Ficcionaliza los eventos con sutiles referencias a la vida, pero con una ironía y humor que desenmascara conductas estereotipadas de un mundo de convenciones. No es casual esta actitud, ya que en los ambientes prostibularios o en los teatros populares era común mofarse de las reglas rígidas y de las costumbres de la corte o de leyes restrictivas respecto a la moral. Es un espejo en el sentido de mostrar o reflejar una época desde su propia perspectiva: "He intentado reflejar en este 'gran espejo' (tiene una delicada connotación erótica) todas las variadas manifestaciones del amor entre hombres". También afirma: "El amor por los muchachos es algo profundo,... apunté todo lo que había visto, oído, sentido o aprendido sobre los extraordinarios placeres del amor entre hombres en mis 42 años de viajes por estas tierras".
Fuente: El gran espejo del amor entre hombres. Ihara Saikaku. Interzona editora, Buenos Aires, 2003, 349 páginas.
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