



“CAPITULO 8
Matsuo Bashō: poesía para todos
1. LA RANA DE BASHŌ
Furuike ya/ kawazu tobikomu/ mizu no oto.
Compuesto en 1686, este poema probablemente sea la pieza más conocida de la literatura japonesa en Occidente. Se le considera arquetipo del haiku o jaiku, «la poesía de la intuición», como la llama R. H. Blyth, su gran intérprete en Occidente, (...)
Por hallarnos ante uno de los poemas más característicos de Bashō, y porque sin duda ayudará a entender la génesis de su arte y el ambiente que rodeaba a su autor, vamos a recordar las circunstancias en que se compuso, tal como nos han sido relatadas por Kagami Shikō, uno de sus discípulos:
Se dice que Butchō, maestro zen de Bashō, de camino hacia el templo de Chōkeiji de Fukugawa, cerca de Edo, fue a visitar un día al poeta en compañía de Rokusō Gohei. Este último, al entrar en la ermita de Bashō, exclamó:
-¿Cuál es el camino de la Ley de Buda en este jardín tranquilo, con sus árboles y hierbas? Bashō respondió:
-Las grandes hojas son grandes, las pequeñas son pequeñas. Butchō, que entraba entonces, dijo: -Últimamente, ¿a qué lugar has llegado?
Bashō contestó así:
-Pasada ya la lluvia, el musgo verde está en su frescor. Butchō volvió a preguntar:
-¿Cuál es la Ley de Buda, antes de que el musgo verde brotara? En este momento, oyendo el sonido de una rana que saltaba hacia el agua, Bashō exclamó:
-Al saltar una rana, ruido de agua (Kawazu tobikomu, mizu no oto).
Butchō se admiró de esta respuesta, considerándola como una prueba del estado de iluminación de Bashō. Entonces Sanpū (discípulo de Bashō) felicitó respetuosamente a su maestro por haber compuesto este verso, reconocido por Butchō, que añadía al arte, la gloria de la religión. Ransetsu (otro discípulo de Bashō, también presente) dijo:
-Esta frase del sonido del agua puede decirse que representa plenamente el significado del haiku; con todo, falta la primera parte del verso. Por favor, completadlo.
Bashō respondió:
-También yo he estado pensando sobre ello, pero me gustaría oír vuestras opiniones primero, y después decidiré.
Varios de sus discípulos lo intentaron, Sanpū sugirió para el primer verso (cinco sílabas): -Yoiyami ya (Tinieblas de crepúsculo)... Ransetsu: -Sabishisa ni (En la soledad)... Y Kikaku: -Yamabuki ya (La amarilla rosa de la montaña)...
Bashō, considerando todo esto, dijo:
-Todos y cada uno de vosotros habéis expresado en vuestro primer verso un aspecto del asunto, y habéis compuesto un verso que sobrepasa lo ordinario. Especialmente el de Kikaku es brillante y enérgico. Sin embargo, apartándome del estilo convencional, voy a componerlo así esta tarde:
-Furuike ya, kawazu tobikomu, mizu no oto (El viejo estanque. Al saltar una rana, ruido del agua).
A todos sobrecogió una profunda admiración. En estos versos, el ojo del haiku se abre plenamente. Mueve al cielo y a la tierra y a todos los dioses y demonios que los habitan a la admiración. Este es en realidad el camino de Shikishima, igual a la creación de un Buda. El Dharani de Hitomaru, la alabanza de Saigyō ante la llegada de Buda, están contenidos en estas diecisiete sílabas (3)”.
(3) Recogido por F. Rodríguez-Izquierdo en El haiku..., ob. cit., págs. 78-79, cuyo relato seguimos. También en D. Keene, World..., ob. cit., págs. 88-89.
Nota: Este texto corresponde a las páginas 531-533, del libro de Carlos Rubio; Claves y textos de la literatura japonesa. Una introducción. Ediciones Cátedra, Madrid, 2007. 715 págs.